lunes, 9 de julio de 2007

FRIDA: FALSIFICACIONES, COPIAS Y FRAUDES...

Cabeza de Isolda, una de las obras que supuestamente serían falsas. (Tomada del catálogo de la exposición Frida Kahlo 1957-2007)

Con motivo del centenario del natalicio, (6 de julio de 1907) Perseverancia Ciudadana A.C. rinde homenaje a un ícono del arte mexicano y mundial: Frida Kahlo.

Con una vida multifacética y una obra que hoy se cotiza en los primeros lugares del mercado del arte, Frida Kahlo constituye un hito el arte surrealista.

Con la autorización del autor, Perseverancia Ciudadana A.C. publica el artículo que habla más sobre los aspectos de la obra de la artista, aparecio publicado el día domingo 8 en el suplemento cultural “La Valquiria” de Diario de Xalapa.



Retrato al óleo de Alejandro Gómez Arias; que se muestra en la magna exposición sobre Frida Kahlo en el Palacio de Bellas Artes, obra que no es de la mano, asegura experta. (Marco Peláez: La Jornada 24/06/07)

FRIDA: FALSIFICACIONES, COPIAS Y FRAUDES...

Eduardo Pérez Roque

Al declarar el pasado sábado 23 de junio que en la actual exposición de Frida Kahlo, que con motivo del centenario de su natalicio (1907-2007) se montó en el museo del Palacio de Bellas Artes, se encuentran dos cuadros que no son de la autoría de la famosa pintora: Retrato de Alejandro Gómez Arias y Cabeza de Isolda, Raquel Tibol provocó un nuevo debate sobre las múltiples falsificaciones que de la pintora existen en el mercado del arte y en colecciones privadas.

Raquel Tibol, una de las críticas de arte más calificadas en México y Latinoamérica, es considerada la mejor conocedora de la vida y obra de Frida Kahlo, sobre la cual ha escrito varias obras traducidas a diferentes idiomas. Goza de fama como experta en pintura mexicana contemporánea y se le reconoce su rigor y disciplina en todos los trabajos que emprende: biografías, curadurías, catálogos, análisis de obra, etc.

De Frida Kahlo y Raquel Tibol, Carlos Monsiváis expresa “La devoción y la invención colectiva no agotan la persona y su obra magnífica, y hace falta la reconsideración biográfica y crítica que aporte elementos de juicio ajenos al simple pasmo referencial. A esta tarea se consagra, con excelentes resultados, Raquel Tibol. Para Raquel Tibol –quizás la más sistemática defensora del muralismo, polemista ubicua, crítica, promotora, investigadora excepcional- Frida, a quien conoció, es, en primera y última instancia, un ser coherente en su diversidad: artista de genio, militante de izquierda hasta el final, mujer de inmensa y agónica ternura. Ni víctima ni símbolo fácil ni flor del ‘erotismo mexicano’ ni mero complemento legendario del inmenso mural que es la vida de Diego. Según lo establece Raquel Tibol, el mito Frida Kahlo, es sólo una parte de la integración excepcional entre arte y vida, entre la intensidad pública y privada”.

Sobre los supuestos cuadros falsificados, entre otros aspectos, la crítica señaló “Cuando usted mira y mira a un artista por años, aprende a reconocer los rasgos, como se reconoce la letra de su papá o su mamá. Yo reconozco los trazos de Frida de tanto mirarla, por eso cuando vi esos dibujos respingué y dije eso no es de la mano de Frida” (La Jornada, 24-VI-07, p. 2a).

Como respuesta, el comité curatorial a través de Américo Sánchez contestó “Los criterios empleados para colgar cada una de las obras de Kahlo en Bellas Artes fueron de ‘carácter técnico’, académico e histórico, como los que se aplican en cualquier país del mundo, sobre todo cuando se trata de un proyecto como este, delicado por la serie de falsificaciones que hay de ella por todos lados y por lo que implica para las colecciones públicas y privadas que presentan la obra” (La Jornada, 25-VI-07, p. 4a).

Este debate sobre los cuadros falsificados de Frida Kahlo nos hace reflexionar y revisar algunos aspectos acerca de lo que constituye la falsificación de las obras de arte, en este caso específico de pinturas, que tan sólo en México inundan galerías y el mercado negro.

Para algunos, el falsificador es tan artista como el mismo autor de la obra que falsifica y por ello es digno de admiración, ya que debe poseer conocimientos de técnicas muy avanzadas en la identificación de materiales y de la obra misma, en la producción anterior del creador, en su estilo y en la evolución que ha seguido. Por otra parte, el falsificador requiere conocer el mercado de arte, puesto que su obra deberá entrar en el proceso mercantil de la oferta y demanda de un artista, una corriente o una escuela que se cotiza en ese momento y de los cuales los nuevos ricos y los poco conocedores anhelan tener una en su colección privada.

El falsificador se identifica como un conocedor de pintura que se encuentra en su estudio o casi laboratorio, seleccionando o componiendo los pigmentos de la época correspondiente a la obra que se dispone a falsificar, como si fuera un científico que va a clonar una obra artística.

Poseer una inteligencia y una sensibilidad superior al creador de la obra de arte original puede caracterizar al falsificador. Pero, además, requiere ser experto en ciertas disciplinas relacionadas con el mantenimiento de la obra artística. Debe conocer ciertos aspectos de química, conservación de maderas, tipos de tela de acuerdo a diversas épocas, envejecimiento de pieles, cueros, telas, cartones y papelería. También debe conocer los vericuetos del mercado negro del arte, ese que se realiza a hurtadillas en algunas galerías, que promueven algunos marchantes, el que funciona en las inauguraciones de exposiciones y que a veces mueve mayores cantidades de dinero que el mercado abierto.

La falsificación de obras de arte siempre ha existido. Los romanos fueron los primeros falsificadores al realizar reproducciones del arte griego que vendían en Roma como si fueran auténticas, llegando hasta nuestra época ejemplares de ello, que se encontraban o encuentran en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Pero de la antigua Roma a la actualidad, la personalidad de los falsificadores ha evolucionado. Hoy, así lo han expresado algunos de los falsificadores más renombrados, la etapa culminante de su tarea es cuando una pintura falsificada de su producción pasa por la revisión y evaluación de comités o expertos y no es detectado ningún punto o matiz que delate su falsedad. Sin embargo, más emocionante resulta el momento en que acuden como cualquier ciudadano a un renombrado museo a observar una falsificación suya colgada en un lugar de honor como una obra auténtica. Pero su desgracia mayor, es que ese placer insano únicamente lo pueden gozar ellos, pues no es posible comunicárselo a nadie. Son los creadores más solitarios, los únicos que conocen la grandeza de su creación, acaso de mayor calidad que la original.

Por otra parte, las autoridades competentes han montado laboratorios con tecnología de punta para detectar obras falsificadas, analizando los materiales de que está elaborada como lo son pintura, aceites, pigmentación de otro tipo, terracotas, arena, etc. También las grandes casas de subastas y las galerías de gran reputación cuentan ya con tecnología altamente calificada para analizar los materiales de una obra de arte. Desde luego, aparte de lo anterior se analizan estilos, formas, líneas cromáticas, etc.

Entre los falsificadores europeos de mayor renombre se encuentran Hans van Meegeren, Elmyr de Hory y Tom Keating, que son famosos por las anécdotas que les tocó vivir y que provocaron que fueran reconocidos como verdaderos recreadores de arte.

Del pintor holandés del siglo XVII, Vermeer, se tenían al principio del siglo pasado un conjunto de obras con un vacío cronológico durante el cual se aseguraba pintó temas religiosos. El pintor Van Meergeren creó los “Vermeer” faltantes; pintó, entre otras, La cena de Emaús, vendida en 1937 por el equivalente a 1.4 millones de dólares actuales, ubicándose por siete años en el museo Boysman. Cuando se demuestra sin lugar a dudas la falsedad de este cuadro, varios críticos sostienen tercamente su autenticidad.

No se puede dejar de mencionar que en la actualidad muchos neocoleccionistas de arte cuentan, sabiendo que lo son, con falsificaciones de artistas contemporáneos cuya obra se cotiza muy alto. También, existen personajes que al poseer residencias en diferentes ciudades, como París y México o Los Ángeles y Acapulco, ordenen la elaboración de copias de los cuadros famosos que poseen, para contar con los originales en una de sus casas y con las copias en otra.

Pero todos en esta época, estamos condicionados a vivir o convivir con falsificaciones que no se dan únicamente en el mercado de arte, sino también en otros: de los cosméticos, de la moda, la música, etc. Ejemplo de lo anterior son las falsificaciones, unas mejor logradas y otras burdas, de marcas de fábrica o patentes de productos: Chanel, Cartier, Louis Vuitton, Oscar de la Renta, Calvin Klein, Rolex, etc.

Se debe distinguir entre la falsificación y la copia de las obras de arte. Una falsificación es un tipo particular de copia, elaborada para engañar, tanto a los expertos en la materia como al comprador y que ingresa o se hace ingresar al mercado de arte como auténtica. Lo falso está en la obra propiamente dicha, la firma y la fecha.

Una copia es en sí la reproducción de una obra, elaborada incluso con el mismo material que la original o con materiales diferentes, pero la diferencia con la falsificación está en que no se trata de engañar al comprador, ya que existe la aclaración debida de su carácter, como las ya mencionadas que son ordenadas por coleccionistas privados o por ciertas instituciones para proteger las originales y mostrar públicamente la reproducción.

En lo que corresponde a México, al igual que en todos los países, el mercado de arte se encuentra invadido por falsificaciones o copias de grandes artistas, resaltando los pintores, escultores, grabadores y otros. Los artistas mexicanos contemporáneos más falsificados son: Francisco Toledo, José Luís Cuevas, Juan Soriano y Ricardo Martínez. Desde luego falsificaciones y copias burdas que también invaden el mercado del arte son las de Orozco, Rivera, Siqueiros, el Doctor Atl, Clausell, Velasco, Tamayo, Mérida, María Izquierdo, Leonora Cárrington, Remedios Varo y otros. Por su parte, Xalapa también se ha visto involucrada en cuestiones de falsificaciones, copias y reproducciones.

Hoy, como resultado de la fridomanía que se genera a partir de la última década del siglo pasado, abundan las falsificaciones de las obras de la gran artista surrealista, cuyos cien años de su natalicio se celebran actualmente.

Retomando nuestras palabras iniciales, ante la aseveración drástica de Raquel Tibol, las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes manifiestan que mantendrían colgadas las dos obras señaladas como falsas y que oportunamente se investigaría la “opinión” de la crítica de arte.

La directora del Museo del Palacio de Bellas Artes, manifestó a los medios de comunicación que: “Somos historiadores de arte profesionales, estamos acostumbrados a tratar este tipo de problemas, no nos asusta. Ya sabíamos que había una duda, pero no una certeza. Aquí están los especialistas, hablen con ellos. Por supuesto que no voy a descolgar las obras hoy en la tarde para hacer un análisis. ¿Que podríamos hacerlo? Por supuesto que si. No hay ningún temor.

“Esta noticia es muy buena para ustedes, yo lo entiendo. Pero no hay ninguna postura de nuestra parte, pues ¿postura en cuanto a qué?, ¿a que estamos tomando en cuenta la opinión de la maestra Tibol? Claro que lo estamos haciendo” (La Jornada, 27-VI-07, p. 5a).

Raquel Tibol ha motivado un debate que teniendo como eje a Frida Kahlo, igual que en 1982 y 1989 en que señaló obras falsificadas de la pintora, hizo que todos retomáramos uno de los problemas que aquejan el mercado del arte, no únicamente en México sino en todo el mundo: las falsificaciones, las copias y el fraude que conllevan al circular en el mercado negro de arte. Pero también que reparábamos en la responsabilidad de las autoridades culturales que al ser sorprendidas permiten la exhibición de obras que carentes de autenticidad son mostradas al público, a conocedores y al pueblo como obras auténticas, en este caso de una de las artistas que constituyen un ícono del arte mexicano.

Así, a dos días del centenario de su natalicio (6 de julio de 1907) Frida Kahlo sigue vigente. La pintora que naciera en Coyoacán es un ejemplo fehaciente de que la vida y obra de un artista resultan un binomio indisoluble: su vida es su obra, su obra es su vida.