Desde que asistimos a la escuela primaria recordamos la manera en que nuestros maestros nos narraban o hacían que leyéramos la lección relativa a la expropiación petrolera, realizada por el general Lázaro Cárdenas del Río. Al tratar los maestros el tema de manera tan especial, los discípulos nos llenábamos de emoción y nuestra admiración crecía hacia el general Cárdenas, al mismo tiempo que se generaba en nosotros un incipiente nacionalismo.
A 70 años de aquel hecho y después de haber leído y enterarnos de todos los vericuetos y la trayectoria que ha seguido la industria petrolera en nuestro país, también nos emocionamos e interesamos ante el debate nacional que se está dando en estos momentos y que gira en torno a la supuesta necesidad de apertura a la iniciativa privada en áreas estratégicas de la mayor fuente de ingresos de nuestro país y que ha hecho que todo México esté pendiente de las posiciones que los partidos políticos, el Congreso de la Unión, la administración pública federal y los principales actores políticos asumen ante este dilema que coloca a los mexicanos en diferentes frentes de batalla y que hace que surgan actitudes moderadas, radicales y algunas fuera de todo sentido común: centro-derecha, derecha radical, centro-izquierda, izquierda moderada e izquierda radical.
Y no es para menos este debate histórico, pues “No olvidemos que en el sexenio de Fox cuando más dinero se recibió por la venta de petróleo. Fox obtuvo en su sexenio 335 mil millones de dólares y nada más de excedentes por precios altos del petróleo, en los últimos tres años, recibió 10 mil millones de dólares por cada año; es decir, hay dinero.
“Como ahora, al año pasado también por excedentes del petróleo, se recibieron más de 10 mil millones de dólares y este año lo mismo, porque se fijó un precio por barril, en la Cámara de Diputados, de 49 dólares y, como todos sabemos, se está vendiendo en 80 dólares.
“Ese excedente significa más de 10 mil millones y si todos esos excedentes se destinan a fortalecer la industria petrolera, con eso es más que suficiente.”
Ante esta situación, nos encontramos con la posición inamovible del presidente Calderón y todo su gabinete, apoyados por el Partido de Acción Nacional (PAN) y los sectores más retardatarios y retrógadas del país, que al fin y al cabo son lo mismo y que muchas veces no sabemos quiénes son expresión de quién, si los primeros de los segundos o viceversa.
Frente a ellos se encuentran los sectores progresistas, los que aún creen que es posible conservar a PEMEX como una industria nacional y que se encuentran agrupados en mayor o menor medida en la izquierda mexicana, sin que ingenuamente pensemos en un partido, en este caso el de la Revolución Democrática (PRD), sino en un ámbito mucho mayor aunque ellos se abroguen una representación que nadie les ha conferido y que están muy lejos ya de ostentar en estos momentos, desafortunadamente, a diferencia de cuando Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros crearon el Frente Democrático Nacional y después el PRD.
Lo anterior significa que además de una lucha partidista, de grupo de intereses, de actores políticos y de grupos financieros también debemos vislumbrar el debate en torno al petróleo como un encuentro ideológico que se da una vez más en nuestra patria, pues antes se han presentado otros pero éste resulta altamente emblemático: la izquierda frente a la derecha.
Vale la pena mencionar algo que se ha estudiado ampliamente, pero que se debe tener presente: la evolución social y la especificidad de los intereses e identidades grupales hace que al decir “derecha” e “izquierda” en realidad y en el fondo nos referimos a las derechas y a las izquierdas, pues en ambos existen corrientes, posiciones y diversos matices doctrinarios que los orientan y marcan.
Decir que estamos ante una lucha ideológica entre derecha e izquierda significa que estamos ante dos proyectos de nación, dos visiones del país, dos perspectivas del futuro de México, dos alternativas de acción colectiva, dos tipos de actuar político, dos sentidos sociales del quehacer individual y que no es la primera vez que sucede, pues en la historia de México periódicamente se ha presentado. También significa, desde luego, que estamos en una lucha por la democracia desde dos posiciones diferentes.
No desconocemos la postura de los ideólogos y politólogos que argumentan que hoy el binomio derecha-izquierda no es pertinente como marco para ubicar las relaciones políticas y tampoco los que postulan que no puede reducirse el pluralismo que caracteriza a nuestra sociedad a una simple dicotomía. La respuesta a lo anterior la tiene Norberto Bobbio que en su ya clásica obra Derecha e Izquierda, manifiesta “A pesar de que la díada sea continuamente rebatida desde distintas posiciones y con diversos argumentos, y con mayor frecuencia, pero siempre con los mismos argumentos, en estos últimos tiempos de generalizada confusión, los términos <
Bobbio, en su obra ya mencionada presenta la díada igualdad / desigualdad a la que superpone otra: carácter igualitarista de los actores / carácter no igualitarista de los actores. Desde esta visión la derecha sería no igualitaria y se opondría a lo que partiendo de una desigualdad natural, sea una igualdad social.
En México, la derecha una vez más asume su papel como partidaria de grupos de interés que únicamente buscan el beneficio de unos cuantos y se vincula a los grupos financieros internacionales que representan en estos momentos la grandes políticas neoliberales, como antes lo fueron los capitalistas a ultranza, los grupos conservadores, que tanto daño causaron a nuestro país.
En este debate, nos encontramos con una nueva derecha, que se hace visible y más dinámica que en otras etapas recientes, no únicamente como la que, se decía, se opone al progreso y al surgimiento y fortalecimiento de instancias democráticas. Es la derecha que defiende el individualismo, la libertad individual frente al estatismo; la que promueve la participación pero para mantener una distancia entre lo público y lo privado: Estado e individuo; y que propicia mecanismos como la educación para trasmitir y reproducir valores, jerarquías y tradiciones.
Tenemos en otro frente, a la izquierda con su acción política contraria al sistema, al status quo y que en nuestro país comprende partidos, corrientes, grupos, actores políticos y ciudadanos apartidistas.
Por otra parte, se encuentra la izquierda que únicamente identificamos con la que se agrupa en el PRD, que hoy aparece desdibujada, desintegrada, desarticulada y lo que es peor: aliada a la derecha a través de algunos de sus representantes, pues apuestan más a su beneficio personal que a los intereses del pueblo, escudándose en una actitud “moderada” que se dice necesaria en este momento, que después de un proceso electoral espurio tiene que buscar la legitimación de un régimen usurpador.
En este enfrentamiento debemos estar alertas para saber identificar a la seudoizquierda, que haciendo eco y resonancia de los lineamientos dictados por los organismos financieros internacionales que pasan por Los Pinos y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público han logrado cooptar a líderes que nunca nos imaginamos traicionaran al pueblo de México.
Este debate histórico nos hace ver en los escenarios políticos la lucha que por un lado agrupa y cohesiona a las derechas y, por otro, divide y pulveriza a las izquierdas, algunas de cuyas corrientes tratan de obtener las mejores prebendas y mayores beneficios, traicionando los ideales que alguna vez dijeron tener y las luchas populares que encabezaron hace apenas algunos años. Todo lo anterior, lleno de corrupción, traiciones, venta de información, cambio de bandos, filtraciones, deslealtades y cada vez más lejanas del pueblo, la ciudadanía, la sociedad.
Desde luego, la izquierda mexicana agrupada en el PRD, después de las próximas elecciones nacionales debe replantear sus principios, valores y postulados para darle paso a una nueva izquierda, a una izquierda democrática, una izquierda ciudadana que se fundamente en la solidaridad, inclusión, tolerancia y diversidad, que represente los derechos de la ciudadanía, que se vuelva a vincular a los movimientos sociales, a todos los sectores, de tal manera que se legitime y vuelva a contar con credibilidad y una nueva identidad. En caso contrario, su intervención en el debate en torno el petróleo como en otros y en diversas estrategias políticas será dispersa, contradictoria y sin consistencia, como en ciertos momentos ya ha sucedido.
En relación a la situación anterior, conviene recordar lo que Luis Villoro expresa en su ponencia-ensayo La izquierda como una postura moral: “La izquierda política no consiste en la adhesión a un sistema doctrinario. Las ideologías revolucionarias o reformistas se suceden, cambian y se enfrentan. Su vigencia depende del contexto histórico, su traza varía con los intereses de los grupos que las sustentan. Pero debajo de todas ellas subsiste una corriente vital permanente. Es una actitud común de disrupción ante la realidad social existente, que da lugar a una práctica transformadora; es, a la vez, negación de un orden dado y proyección de otro más racional y humano. Son esa actitud y esa práctica las que definen a la izquierda (…) En suma, la izquierda podría definirse por la actitud y la práctica sociales orientadas por una sociedad otra. Por eso una postura de izquierda es necesariamente crítica en la reflexión, disruptiva en la acción.”
Pero además de la izquierda agrupada en el PRD, como dice James Petras, existe “el surgimiento de una izquierda nueva, radicada en las nuevas fuerzas sociales del campo y los barrios pobres urbanos. No reniega del papel de los sindicatos urbanos, ni del de la clase media-baja que sufre las crisis, pero se centra en la primera fase de un proceso expansivo de acumulación de fuerzas de izquierda cuyo núcleo está en las zonas rurales. Estos nuevos movimientos campesinos, que combinan problemas de clase, étnicos, ecológicos y de género, trabajan en la formulación de un proyecto político coherente. Están dirigiendo su atención a la construcción de coaliciones urbanas y al establecimiento de alianzas con actores de las ciudades y de los sectores más estratégicos de la economía. Los nuevos movimientos rurales, aunque agrupan a productores económicamente marginales, son catalizadores políticos estratégicos. Los nuevos pensadores de estos movimientos buscan la manera de establecer lazos con la clase obrera, con los trabajadores de los sectores energéticos, agroalimentario, del transporte y de las manufacturas; sectores que aunque ahora son políticamente débiles continúan siendo económicamente estratégicos.”
La perspectiva ideológica del debate sobre la defensa del petróleo no implica que sea la única, pero si una perspectiva particular y específica, que no parcial, pues en
este enfrentamiento existe, desde luego, un fondo político, económico y sobretodo histórico: realineación de partidos políticos, la pugna entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, oportunidad para el reposicionamiento del Frente Amplio Progresista, el marco legal en el cual se inscribe la explotación del petróleo, intereses financieros internacionales, una nueva plataforma mediática para El Peje, el resurgimiento de Cuauhtémoc Cárdenas, la política financiera neoliberal del PAN, intereses de actores políticos que piensan en el 2012, entre otros aspectos.
Lo deseable es que este debate salga a la calle, deje los ámbitos cerrados y salga a la academia, los sindicatos, organizaciones no gubernamentales, grupos juveniles y que toda la ciudadanía opine, dialogue y emita su propuesta.